Hoy, sentado aquí,
al borde de mi ventana,
en la orilla de mí mi mismo;
descubrí un hombre sufriendo,
alguien necesitado de escribir.
Pude mirarme solo,
mirando los años que han pasado,
casi dormido, casi muerto;
muriendo al paso de la soledad,
observando sin tener a quien mirar.
Decirte que moría,
es una confesión que me lastima;
nunca pensé que lo diría,
pero decirlo,
es pedirle al dolor su lejanía.
Que no entiendes por qué.
Que no sabes lo que pasa.
El sentido de estas palabras
está en el origen de ellas mismas.
Te encontré y nos miramos,
rompiendo el ritmo cotidiano.
Tu estabas entre la gente,
como una de estas palabras,
que ofrece un nuevo significado.
Quiero decirte que hoy,
sentado aquí, al borde de mi mismo,
en la orilla de mi ventana,
miré mi alma que no muere,
descubrí unos ojos que sonrién;
y al mirarlos, quise decirlo todo:
decirte que hoy aquí,
descubrí que no estoy solo,
que eres tu quien me acompaña.
25.02.1994
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